Entre lo adorable y lo salvaje: ¿qué hay detrás de la manía por los Labubus?
Una criatura de peluche con dientes afilados, ojos enormes y orejas de conejo no es precisamente lo que uno imaginaría como la “it girl” del verano. Pero el Labubu lo es.
Lo que comenzó como un art toy indie en China cruzó fronteras y públicos hasta convertirse en una obsesión global: productos agotados, filas durante toda la noche y una avalancha de “shelfies“, llaveros y videos de unboxing. Desde leyendas de la noche hasta podcasters de cultura pop, pasando por prácticamente todxs lxs presentadorxs de noticias locales, todxs están hablando (y tratando de entender) el fenómeno del monstruito.
Entiende al Labubu como una señal cultural y encontrarás varias verdades del 2025: un giro en el gusto hacia la estética “rara y adorable”, una necesidad creciente de objetos que reconforten, y una economía del fandom donde comprar es pertenecer.
La historia de los Labubu
¿No estás segurx de haber visto alguna vez un Labubu? Es difícil confundirlo: peludito, con orejas largas, una sonrisa traviesa y nueve pequeños dientitos. Desde llaveros (o bag charms, como lxs chicxs les llaman) hasta figuras tamaño real que pueden costar más de 170.000 dólares, los Labubus vienen en todos los tamaños y estilos. Y son igual de feítos y encantadores, tanto colgados de una Birkin como de una mochila L.L. Bean.
Labubu nació de la imaginación del artista Kasing Lung, radicado en Hong Kong, y apareció por primera vez en un libro ilustrado llamado The Monsters. En 2018, la compañía de juguetes Pop Mart, basada en Beijing, se asoció con él para convertir al personaje en una figura de colección estilo blind box.
Lo que arrancó como un lanzamiento de nicho explotó rápidamente. Nuevas series temáticas, ediciones exclusivas por región y colaboraciones con artistas mantuvieron viva la emoción. Y el modelo de venta único de Pop Mart, con tiendas de diseño, máquinas cápsula y lanzamientos sorpresa en redes, ayudó a construir una comunidad de coleccionistas que se siente más cercana a lxs fans de las zapatillas que a lxs de los juguetes. Cuando Labubu empezó a llegar a Europa, Estados Unidos y otros rincones del mundo, trajo con él una nueva forma de influencia cultural: auténticamente raro, súper exclusivo y absolutamente irresistible.
Feítos pero adorables, y emocionalmente complejos
La ternura y la tensión caótica de nuestros pequeños Labubus es parte de lo que los hace tan especiales e irónicamente cercanos. La ternura tradicional y pulida puede parecer demasiado segura, demasiado fingida o simplemente aburrida. Esta rebeldía estética es un rechazo a la era perfecta de Instagram, una señal de autenticidad y personalidad.
Aunque Labubu no está necesariamente en una cruzada contra los estándares de belleza, su personaje y estética tienen muchas capas, y eso es justo lo que engancha a la gente. Por eso íconos fuera de lo común como M3GAN, el melancólico Badtz-Maru de Sanrio, e incluso la obsesión en TikTok con el humor de “feral girl” resuenan tanto. La fealdad adorable de Labubu comunica una forma juguetona de no conformarse, un guiño para quienes “entienden el mensaje.”
Del fandom al frenesí
Labubu pudo haber empezado como un juguete de diseñador peculiar, pero su ascenso a obsesión global no ocurrió porque sí. Sucedió en servidores de Discord, hashtags de TikTok, hilos de Reddit y eventos organizados por fans. Pop Mart creó al personaje, pero fans como Shea Michals, Senior Product Designer en DEPT® e influencer de Labubu, construyeron la cultura alrededor.
La conexión de Michals empezó con videos de unboxing en TikTok, donde creadorxs celebraban o se frustraban por la figura que les tocaba antes de salir corriendo a comprar otra, lo que llaman el “efecto casino”. Esa imprevisibilidad, sumada a los lanzamientos limitados, es una jugada de marketing brillante: parte juego de azar, parte ritual social. Estás comprando un Labubu, pero también participas en la emoción de la búsqueda.
Para Michals, esa emoción de la búsqueda se transformó en construcción de comunidad. Ahora organizan talleres de escultura, donde fans crean versiones de arcilla de sus Labubus favoritos, además de eventos como Labubu Palooza: un mercado en Chicago donde coleccionistas compran figuras auténticas, exploran accesorios hechos a mano e incluso le hacen tatuajes o piercings a sus juguetes. Es un ecosistema de fans donde la creatividad y la conexión son tan importantes como los propios juguetes.
Parte del atractivo está en la búsqueda misma. El modelo de blind box de Pop Mart significa que nunca sabes qué versión de Labubu te tocará, y esa incertidumbre se convierte en moneda social. Fans y coleccionistas muestran sus figuras, lamentan los duplicados, celebran las variantes más difíciles y hacen intercambios para completar sus colecciones. Coleccionar se convierte en una experiencia compartida con otrxs que están igual de obsesionadxs que tú.
Este es el verdadero motor del fenómeno. La escasez y las tácticas inteligentes de venta pueden atraer personas, pero es el compromiso de base (los mercados, talleres y el constante intercambio online) lo que transforma el consumo pasivo en una cultura participativa. Y en una época donde la conexión a menudo se siente fragmentada, esa inversión emocional compartida es el producto más valioso que Pop Mart ofrece.
“El crecimiento fue orgánico, y estoy muy agradecida de poder reunir a los fans. Es algo polarizante: a algunas personas no les termina de gustar, pero para los fans se trata de diversión, originalidad y sonrisas. Todos quieren sentirse conectados, pero a la vez ser únicos.
”Shea Michals
Los Labubus son para kidults
Desde el empaquetado (que indica que los Labubus no son para personas menores de 15 años), pasando por el precio y las filas a las 3 de la mañana para los lanzamientos en tienda, estas figuras no están dirigidas al público típico. Al igual que Jellycats y Mini Brands, Labubu forma parte de un movimiento creciente donde lxs adultxs abrazan los juguetes y peluches no sólo como objetos de colección, sino como piezas culturales con significado, personalidad y conexión personal.
“Nos enfocamos específicamente en lxs kidults de la Generación Z, por lo que son más artículos de colección que otra cosa, y definitivamente no están dirigidos a niños,” explicó Emily Brough, Head of Licensing de Pop Mart, en una entrevista con el Wall Street Journal.
La nostalgia juega un papel importante (especialmente con el regreso de favoritos de la infancia como Barbie y Beanie Babies), pero no es el único factor. La gente busca desesperadamente control, identidad y alegría tangible en un mundo que a menudo se siente implacablemente digital y abrumadoramente negativo. Un peluche con una sonrisa traviesa se convierte en una pequeña rebeldía contra la uniformidad algorítmica.
Los números no mienten: según la firma de investigación Circana, las ventas de juguetes para mayores de 18 años crecieron un 12% en el primer trimestre de 2025 respecto al año anterior.
Una criatura de su tiempo
Labubu es un bag charm, un objeto de consuelo, una fiebre de la cultura pop. Algunxs incluso lo llaman una nueva clase de activo. Y es un reflejo de las estéticas que la gente anhela, de los vacíos que buscan llenar y de las comunidades a las que quieren pertenecer.
El auge del Labubu nos recuerda que los productos no compiten sólo por precio o características, sino también por significado, participación y conexión emocional. El éxito de Pop Mart combina marketing basado en la escasez, cultura coleccionista y fandom de base en un motor que cualquier marca, de cualquier sector, puede estudiar:
- Diseña para destacar. Labubu es reconocible al instante y puede reinventarse una y otra vez. Ya sea que vendas juguetes, tecnología o viajes, una identidad visual única es un motor de crecimiento.
- Diseña la emoción de la búsqueda. Los lanzamientos limitados y la imprevisibilidad de las blind box mantienen a las personas interesadas, conversando y compartiendo.
- Potencia la economía de fans. Los eventos de Labubu y las personalizaciones impulsadas por la comunidad demuestran el valor de crear espacios para que lxs clientes puedan expandir la marca por sí mismxs.
El manual de Pop Mart, con lanzamientos limitados, el “efecto casino” de las blind box y la constante variedad, ha dado como resultado un producto casi imposible de comprar sólo una vez. Pero la verdadera magia ocurre después de la compra, cuando lxs fans llevan sus Labubus a espacios públicos, los visten, intercambian y los convierten en pequeñas tarjetas de membresía portátiles dentro de un club global. Labubu es un ejemplo de lo que sucede cuando fandom, emoción y diseño se alinean. No hace falta tener uno para entender por qué importa: sólo hay que visitar un mercado Lafufu y sumarse a la diversión.